¿Cómo sé que Dios vive en mí?
Hay una expresión popular que dice... "Dios está conmigo". Aunque suena inspirador pensar que Dios camina con nosotros, la realidad es que esta expresión está bien lejos de lo que la Biblia nos enseña sobre la relación que Dios quiere tener con nosotros en este tiempo.
El Espíritu Santo es Dios EN nosotros.
Lo más marcado e importante que podemos decir sobre el Espíritu Santo es que es literalmente DIOS EN NOSOTROS. Pero no siempre fue así.
Cuando vamos al Antiguo Testamento vemos que desde el principio, Dios designó espacios sagrados para encontrarse con Él. Estos lugares fueron el Jardín del Edén, el Tabernáculo y el Templo. Todos estos lugares de adoración fueron elegidos como símbolos físicos y tangibles de la presencia de Dios y solo allí el ser humano podía encontrarse con Dios o estar en su presencia.
Pero dentro de la historia de la redención, Dios, el Creador de todo lo que existe, nunca deseó estar confinado a un jardín, o a una carpa o a un edificio. Estos espacios sagrados donde el cielo y la tierra se encontraban fueron una versión limitada y temporera de lo que Él realmente quería. Aquellos puntos de encuentro de antaño eran sólo una antesala a lo nuevo que estaba por venir.
Cuando vamos al Antiguo Testamento vemos que desde el principio, Dios designó espacios sagrados para encontrarse con Él. Estos lugares fueron el Jardín del Edén, el Tabernáculo y el Templo. Todos estos lugares de adoración fueron elegidos como símbolos físicos y tangibles de la presencia de Dios y solo allí el ser humano podía encontrarse con Dios o estar en su presencia.
Pero dentro de la historia de la redención, Dios, el Creador de todo lo que existe, nunca deseó estar confinado a un jardín, o a una carpa o a un edificio. Estos espacios sagrados donde el cielo y la tierra se encontraban fueron una versión limitada y temporera de lo que Él realmente quería. Aquellos puntos de encuentro de antaño eran sólo una antesala a lo nuevo que estaba por venir.
¿ Qué es lo nuevo?
Lo nuevo, que no es tan nuevo ya que siempre fue el deseo de Dios, es que Dios mismo quiere habitar en nosotros. Antes se necesitaba un templo de madera o piedra, ahora sólo hace falta un templo de carne y hueso, hecho a la imagen de Dios. Por eso Pablo preguntó y nos pregunta hoy:
“16 ¿No saben que ustedes son templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes?” (1 Corintios 3:16 NVI)
Piensa en lo siguiente: Pablo le está escribiendo a personas que ven los templos como lugares súmamente sagrados. Para estas personas, asistir a un templo era un evento maratónico de rituales y ofrendas para sentirse dignos de acercarse al lugar donde habita Dios.
Pero ahora, Dios simplemente quiere habitar en nuestras vidas. Sí, así de quebrantados e imperfectos como somos, el Espíritu del Dios que creó el universo quiere hacer una casa en tu vida.
Recientemente he estado en el proceso de buscar una casa para mí y mi familia. Una de las cosas que nos fijamos es la condición de la casa y el vecindario donde se encuentra la casa. Una vez, camino a ver una casa, vimos que su exterior se veía deteriorado... esas paredes no habían visto una capa de pintura en años. No sólo eso, sino que para llegar a la casa, tuvimos que entrar a un vecindario que no nos hizo sentir muy seguros que digamos. Ni siquiera nos estacionamos frente a la casa. Sin pensarlo dos veces sabíamos que no queríamos vivir en un vecindario como ese... y mucho menos invertir en aquella casa deteriorada. Dimos vuelta en U y nos olvidamos de aquella propiedad... yo creo que el vendedor todavía nos está esperando.
¿Tú sabes qué me vuela la cabeza? Cuando me imagino a Dios planificando dónde quiere que more su Espíritu, me lo imagino entrando al vecindario de mi corazón. Lo veo mirar a los los alrededores para ver mejor a sus vecinos: mi historia, mis errores y mis inseguridades. Luego se estaciona frente a la casa y nota que mi corazón tiene tanto sedimento que básicamente tiene que hacerlo nuevo. Y con todo ese escenario, Dios dijo... "dame la llave, que esto yo lo arreglo y mudo aquí".
Ahora... si el Espíritu Santo vive en las personas, tiene que ser evidente.
Si el Espíritu Santo habita en ti, quien no conoce a Dios tiene que poder verlo de alguna manera en tu vida; en tus actitudes, en tu matrimonio, en tus relaciones, en tus decisiones y emociones, tus acciones y reacciones.
En otras palabras, si el Espíritu Santo tiene residencia en tu corazón, tu vida debe dar fruto.
Pero ahora, Dios simplemente quiere habitar en nuestras vidas. Sí, así de quebrantados e imperfectos como somos, el Espíritu del Dios que creó el universo quiere hacer una casa en tu vida.
Recientemente he estado en el proceso de buscar una casa para mí y mi familia. Una de las cosas que nos fijamos es la condición de la casa y el vecindario donde se encuentra la casa. Una vez, camino a ver una casa, vimos que su exterior se veía deteriorado... esas paredes no habían visto una capa de pintura en años. No sólo eso, sino que para llegar a la casa, tuvimos que entrar a un vecindario que no nos hizo sentir muy seguros que digamos. Ni siquiera nos estacionamos frente a la casa. Sin pensarlo dos veces sabíamos que no queríamos vivir en un vecindario como ese... y mucho menos invertir en aquella casa deteriorada. Dimos vuelta en U y nos olvidamos de aquella propiedad... yo creo que el vendedor todavía nos está esperando.
¿Tú sabes qué me vuela la cabeza? Cuando me imagino a Dios planificando dónde quiere que more su Espíritu, me lo imagino entrando al vecindario de mi corazón. Lo veo mirar a los los alrededores para ver mejor a sus vecinos: mi historia, mis errores y mis inseguridades. Luego se estaciona frente a la casa y nota que mi corazón tiene tanto sedimento que básicamente tiene que hacerlo nuevo. Y con todo ese escenario, Dios dijo... "dame la llave, que esto yo lo arreglo y mudo aquí".
Ahora... si el Espíritu Santo vive en las personas, tiene que ser evidente.
Si el Espíritu Santo habita en ti, quien no conoce a Dios tiene que poder verlo de alguna manera en tu vida; en tus actitudes, en tu matrimonio, en tus relaciones, en tus decisiones y emociones, tus acciones y reacciones.
En otras palabras, si el Espíritu Santo tiene residencia en tu corazón, tu vida debe dar fruto.
El fruto del Espíritu.
“22 En cambio, el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, 23 humildad y dominio propio. No hay ley que condene estas cosas” (Gálatas 5:22-23 NVI)
Fíjate de algo bien importante en este pasaje: la palabra fruto está escrita en singular. Es importante que sea claro que es EL FRUTO DEL ESPÍRITU y no LOS FRUTOS DEL ESPÍRITU. Es un solo fruto, no varios. Piensen en una china o una naranja que tiene varios pedazos. ¿Y por qué es importante que entendamos esto? Porque yo no puedo decir: “Ah lo que pasa es que mi fruto es la amabilidad, pero el de dominio propio no tanto”. “Yo no tengo paciencia ni humildad, pero por lo menos tengo alegría; algo es algo”.
No funciona así. Es un fruto con varios componentes. Viene el paquete entero, no las piezas por separado. Amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio es un todo que recibimos como resultado de la obra del Espíritu Santo en nuestras vidas; es lo que nuestras vidas reflejan cuando cultivamos una relación real con Él; es la evidencia de que el Espíritu está moldeando nuestro carácter y llevándonos a ser más como Cristo; es la evidencia de que vivimos vidas llenas del Espíritu Santo.
Sin el Espíritu no podemos.
Existe otra lista en el libro de Gálatas.
“19 Las obras de la naturaleza pecaminosa se conocen bien: inmoralidad sexual, impureza y libertinaje; 20 idolatría y brujería; odio, discordia, celos, arrebatos de ira, rivalidades, disensiones, sectarismos 21 y envidia; borracheras, orgías, y otras cosas parecidas.” (Gálatas 5:19-21 NVI)
Estos sí son el producto natural que todas las personas tienen. Estos salen de cada persona sin mucho esfuerzo. Sin embargo no funciona de la misma manera con el Fruto del Espíritu.
Nota que la palabra "Espíritu" está escrita con letra mayúscula. Esto se debe a que el fruto del Espíritu no es algo que tú tienes la capacidad de producir naturalmente. Si tuvieras la capacidad de producirlo por tu cuenta no se llamaría el fruto DEL ESPÍRITU. Esto es algo que surge y crece como consecuencia directa de una relación activa con el Espíritu Santo. Requiere de la presencia de la persona del Espíritu en tu vida y es tu relación diaria con esa persona la que te aleja de tus deseos y te acerca a los deseos de Dios.
“El fruto del Espíritu es el resultado de morir cada vez más a nuestros deseos para vivir cada vez más en obediencia a los deseos de Dios”. –Jonathan Ocacio
Lo importante es reconocer que mientras vivamos en esta tierra, nunca vamos a dejar de tener los impulsos de nuestra naturaleza humana. Debemos permitir que el Espíritu nos ayude cuando venga el momento donde necesitemos del fruto del Espíritu.
“En un mundo donde tantas voces compiten por mi atención, que sea la de Dios la que te dé dirección. – Rei Cintrón
No hay que enfrentarse solos a nuestras situaciones y deseos, que nos esclavizan. El Espíritu Santo nos quiere ayudar y darnos poder.
8 Pero, cuando venga el Espíritu Santo sobre ustedes, recibirán poder y serán mis testigos tanto en Jerusalén como en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra. (Hechos 1:8 NVI)
¿Poder para qué?
Para hacer las cosas que no puedes hacer por ti mismo. Poder para producir un fruto en ti que tu DNA no tiene la semilla para producir. Para moldear tu carácter para que sea más como el de Jesús. Para hablarle directamente a tu corazón y dirigirte en los momentos en donde sientas que quieres "halar pa'l monte"; para que camines cada día de tu vida con la certeza y la confianza de que DIOS está contigo y en ti.
Para hacer las cosas que no puedes hacer por ti mismo. Poder para producir un fruto en ti que tu DNA no tiene la semilla para producir. Para moldear tu carácter para que sea más como el de Jesús. Para hablarle directamente a tu corazón y dirigirte en los momentos en donde sientas que quieres "halar pa'l monte"; para que camines cada día de tu vida con la certeza y la confianza de que DIOS está contigo y en ti.
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