Un vaso de agua “contigo” y nos vamos para Cayey con mucho agradecimiento.

(una oración por las pequeñas misericordias)

Gracias, Señor,
 por cada vaso de agua en la carrera.
 Por cada gesto pequeño
 que refresca mi fe cuando el alma tiene sed.

Por esa palabra que llega sin planearse,
  por el abrazo que interrumpe mi prisa,
  por el amigo que me mira sin preguntar,
  pero entiende.

Gracias por los que ofrecen sin saber,
  por los que sirven sin aplauso,
  por los que se convierten —por un instante—
  en la prueba viviente de que Tu amor aún pasa por aquí.

Un vaso de agua…
  nada más, nada menos.
  No resuelve la carrera,
  pero la hace posible.

Así es Tu gracia, Señor —
  sencilla, oportuna, suficiente.
  Llega en medio del calor,
  entre el polvo y el cansancio,
  y me recuerda que sigo acompañado.

Hazme también portador de esa frescura:
  que mis palabras hidraten,
  que mis manos alivien,
  que mi presencia sea descanso.

Y cuando me toque ofrecer ese vaso,
  haz que no lo dude,
  que entienda que a veces un poco de agua
  es todo lo que alguien necesita
  para seguir corriendo.

Gracias, Señor,
  por cada vaso de agua en la carrera —
  porque en ellos,
  Tú mismo me has dado de beber.
  Amén.